Opinion por: Pablo Salido

2 de octubre de 2021

¿Ud. es un zombie y no lo sabe? Algunas teorías sobre los medios de comunicación

Análisis sobre la influencia de los medios sobre la sociedad Compartir en:

¿Los medios de comunicación tradicionales pueden embaucar a la población? Hay quienes culpabilizan a los medios de comunicación tradicionales sobre sus supuestos poderes distorsionadores de la realidad, basándose en la creencia de que la ciudadanía es manipulable. Éste juicio o prejuicio adoptado y difundido con cierto éxito constituye una teoría concebida en el período de entreguerras y a la que se denomina “aguja hipodérmica”, porque a los ciudadanos se les inocularía información que adoptarían como auténtica. Antes que nada, quienes primero ponen en práctica la teoría de la “aguja hipodérmica”, y con cierta tono vanguardista en teorías de la comunicación (tener en cuenta que la población se informaba sólo por diarios y radios), son los nazis, quienes desde su Ministerio de Prensa a cargo de Goebbels dispuso que se le otorgara una radio a cada familia alemana para que le llegara la voz del Führer, en un proyecto al que se le denominó Radio para Todos. Me pregunto, entonces, ¿por qué difundir esta teoría en la actualidad? Admitamos, en primer lugar, que la teoría es atractiva y que sirve, en muchos casos, para jactarse de un supuesto estado de alerta personal ante las amenazas de los poderes omnipresentes. Sin embargo, podríamos deducir que uno de esos líderes estaría practicando la demagogia y por lo tanto descree del preponderante rol que le atribuye a los medios, por lo que nos obliga a pensar que los estaría usando como chivo expiatorio para crear un enemigo a partir del cual pretende encolumnar a la población, con su fingida percepción paranoica. En segundo lugar, también podríamos pensar que esos gobernantes han leído autores o han sido víctimas de ecos de esos autores, ya extemporáneos, que desarrollaron sus teorías hace cincuenta o sesenta años, cuando el mundo era bipolar y la teoría marxista a través de la Escuela de Frankfurt gozaba de cierta ascendencia sobre los intelectuales y la política. En tercer lugar, el modelo de propaganda actual de algunos gobiernos latinoamericanos es el mismo de los nacionalismos europeos de mediados del siglo veinte, unido a técnicas de comunicación estadounidenses que consideraba al ciudadano un receptor pasivo de mensajes manipulados en forma de publicidad, por lo que quedaba en relación estrecha la propaganda, la comunicación y el consenso. Cuarto, estas tesis también son herederas de la teoría del discurso político posmarxista de los últimos tiempos, sobre todo de Laclau-Mauffe, tesis constructivista del neopopulismo que reelabora el concepto de hegemonía gramsciano, apelando a un mayor apego a las emociones que a la verdad. En esta tesis se apuesta a un antagonismo ellos/nosotros, al cual, llevándolo al contexto comunicativo –transformado ya en contienda bélica-, una información se combate con una contrainformación. Aquí podríamos considerar el uso de la propaganda asociado a las ideologías políticas en un presente donde la propaganda emplea recursos emocionales propios del capitalismo afectivo para atenuar posiciones racionales. Y por último, “el modelo de construcción de consenso” (ChomskyHerman), que asegura la imposición de una visión de mundo pero siendo siempre imprescindible la fuerza, el dinero y el poder. La historia misma ha refutado las tesis de la prepotencia de los medios ya que se ha demostrado que con todos los medios en contra se pueden ganar elecciones, y que con todos los medios a favor se pueden perder, como ha ocurrido con gobiernos que han concentrado medios de comunicación como nunca antes en democracias. La política sigue llegando tarde a los medios de comunicación tradicionales, sobredimensionándolos. Cuando se decidieron a usar los diarios, ya estaba la tv, y cuando deciden hacer uso de la tv, ya están internet y los formatos digitales. De ahí que sigan en la caduca creencia de que cuanto más tiempo de exposición mediática se tenga, más pueden expandir su mensaje, sin poder comprender el motivo por el que cada vez que aparecen en la tv con sus discursos, los televidentes huyen a la programación privada o a internet, aunque perder rating no implique, necesariamente, perder votos. Estos líderes creen que toda la población está pendiente de lo que dicen o de lo que hacen (tener en cuenta el síndrome de hubris), prefiriendo ignorar que apenas una porción ínfima de los ciudadanos está interesado en la política y menos aún informados, y menos aún, altamente informados. Incluso, pocos lectores de diarios leen una nota a partir de la información de tapa. Lo mediático ya no está restringido a los medios audiovisuales. Las tecnologías de la información en red han hecho posible otro tipo de comunicación que articula lo personal y lo masivo compitiendo con posiciones dominantes. La comunicación pública no es una acción unidireccional y el efecto de un mensaje no es igual para todas las personas sino que es algo más complejo. Hoy en día, en la era de la información y de su circulación caótica, ésta no sólo depende de las empresas de medios ni de los multimedios estatales, siempre más poderosos que aquéllas, sino que circulan a escala planetaria por fuera de estos circuitos y no puede esperarse una interpretación única de ellos. Para concluir. Por supuesto que a la hora de percibir una información, en última instancia, no sólo entra en juego nuestro pensamiento crítico o el grado de esta cualidad inapreciable que cada uno posee, sino también nuestro marco ideológico conformado por relatos, percepciones, emociones, afectos, creencias, identificaciones, experiencias e ideales, en fin, una cuestión de fe.

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