Este viernes 29 de octubre se cumple un año del trágico incendio de “Escarabajo”, en el que murieron una madre y su pequeña hija. Yanina Raggi, tenía 47 años y su pequeña sólo 11: la mujer dio su vida para salvarla y todos los que la conocieron, aún lamentan su pérdida.

Aquella madrugada, el emblemático ex boliche de Santa Clara, que se ubicaba en Palermo y Av. Del Arroyo, a una cuadra del mar, se consumió por las llamas: el único sobreviviente de la tragedia fue el hijo de Yanina. El pueblo costero perdió una parte importante de su historia hace 365 días.

Los amigos y amigas que supo cosechar Yanina a lo largo de toda su vida destacan su calidad de persona, la pasión (tanto por el arte como por el mar) sus enérgicas luchas por causas que consideraba justas y la devoción por su familia.

En dialogo con El Ciudadano de Mar Chiquita, Verónica Altamiranda –amiga de Yanina Raggi- recordó cómo la conoció y el vínculo que supo formar con ella: “A Yanina la conocí en Mar del Plata, cuando ella vivía sola todavía, no tenía hijos y trabajábamos como preventistas en una marca de bebidas. Siempre me contó que el papá era uno de los pioneros de Santa Clara del Mar y que tenía “Escarabajo”. En ese momento se mudó a Mar del Plata y termina viviendo cerca de mi casa, trabajamos juntas durante más de tres años y después nos separamos”, relató.

Y continuó: “Cuando la reencontré fue acá en Santa Clara del Mar, no hace tanto tiempo. Siempre estuvo muy activa en la política social, era artista y amaba a su hija y su hijo; amaba la playa y ella no quería abrir Escarabajo porque era su lugar en el mundo; tenía su mirador, el mar en invierno y verano, sus perros”.

Verónica recordó que “era una mujer que tenía un montón de proyectos, estábamos hablando de hacer algo juntas, quería hacer algo con aromaterapia. Había hecho cursos de aromaterapia y pintaba cuadros, el mar le traía mucha paz y tranquilidad”.

“Lo que me queda es fundirme en sus ojos y cada vez que paso por ahí en mis caminatas, siempre la recuerdo a Yani. Eso fue muy doloroso para mí”, expresó.

Y agregó: “Siempre te esperaba con un matecito, un cafecito y un puchito; cuando hacía mucho frío y estaba en la ventana y te veía te decía: vení, entrá. Una muy buena mujer que crío muy bien a sus hijos. Iba todos los días en colectivo a Mar del Plata, trataba que las cosas siempre salieran bien. Le encantaba viajar, le encantaba el mar”.

Siempre defendió a sus amigos y las causas que consideró justas: “se puso al frente de las topadoras en Barra Mansa”, recordó Juan Martín Ainchil.

Juan Ainchil, también era amigo de Yanina y la recordó con emoción: “Yani era muy amiga, la conocí hace muchísimos años y también fue muy amiga de Matías. Fue una mañana trágica para todos, hasta la noche anterior había estado ahí, segundeandonos codo a codo, se puso delante de la topadora y se puso siempre firme porque era una mina de tirar para adelante, de criar a sus hijos, de querer mucho a sus amigos y de aguantarlos hasta el final”.

Al igual que Véronica, Juan coincidió en que “a cualquiera que le preguntes sobre Yanina te va a contar sobre el corazón y la bondad de persona que era. Yanina, para nosotros, para mi familia y para mí y la gente amiga, siempre fue un apoyo, una persona de bien y lo poco que tenía te lo compartía porque era su manera de ser. Un corazón abierto, noble y hemos vivido miles de experiencias en Escarabajo”.

“Todos los viernes le prendemos una velita. Fue muy chocante, muy fuerte para todos pero creo que hay que recordarla con las cosas buenas y Yani tenía muchas cosas buenas y nobles para poder recordarla”, afirmó.

Yanina tenía una devoción por cuidar a sus hijos (su pequeña de 11 años, murió junto a ella aquella noche) se la destacó por estar pensando, constantemente en cosas para hacer. Durante la pandemia comenzó a confeccionar barbijos, buscaba salidas positivas para los conflictos y no se separaba de sus seres queridos y el mar. “Las vamos a extrañar con su amor, su cariño y su energía. Era amante de los perros, las cosas buenas de la vida. Es parte de la historia de nuestro pueblo”, reconocieron sus amigos.

Escarabajo:

Fue un lugar emblemático de Santa Clara del Mar, a metros de la playa al igual que otros boliches nocturnos de la zona: un centro de reunión de toda la juventud desde hace más de 40 años. Un sitio elegido por los marplatenses que querían escapar del ruido de la ciudad. Era tranquilo y desde la década de los 80’ funcionó –de forma intermitente- en el pueblo costero; era cálido, bien ambientado, con buena música y últimamente estaba cerrado al público. Yanina había elegido pasar sus días allí.

Hace un año quedó completamente destruido, hoy solo quedan algunos escombros y el recuerdo de todos los que alguna vez pasaron por esa zona santaclarense. Existe un proyecto para realizar un mural en una de sus paredes, pero aún no trascendieron más detalles. Este 29 de octubre es un día triste para Santa Clara.