Independientemente del método que usemos para calefaccionarnos durante el frío, hay ciertas cuestiones que debemos tener en cuenta. No solo existen enemigos como los resfriados o gripes, sino que podemos encontrarnos con el peor, silencioso, monóxido de carbono.

El monóxido de carbono es un químico producido a partir de la combustión incompleta de gas natural, envasado, pantallas, calefactor catalítico o tiro balanceado, horno, hornalla, salamandra, kerosene, leña, carbón, entre otros.

¿Qué lo hace potencialmente peligroso?

La exposición en lugares cerrados, constante e inadvertida.

No tiene olor, sabor, no se percibe por irritación de ojos ni garganta.

¿Qué hace en nuestro cuerpo?

En nuestras células sanguíneas llamadas “glóbulos rojos” o eritrocitos, tenemos componentes fundamentales como la hemoglobina, que es una proteína que da el característico color a la sangre y transporta: oxígeno y dióxido de carbono constantemente. Por suerte lo hace con un amplio margen de intercambio y “reserva” que nos garantiza en condiciones normales, el óptimo funcionamiento de nuestro sistema.

El gran problema con el CO, es que tiene 250 veces mayor afinidad o “atracción” que el oxígeno para ingresar a la hemoglobina (nuestra transportadora de gases). Entonces, una mínima concentración de 0,4 mmHg(milímetros de mercurio) ya hace competir de igual forma al O2 y al CO para ser transportados. ¿Dónde está el riesgo? En qué concentraciones de 0,6 mmHg de monóxido de carbono (sería 1 partícula en 1000 de aire) pueden ser mortales porque van a lograr destituir de su lugar aproximadamente la mitad del oxígeno de las células sanguíneas, quienes van a comenzar a transportar CO y dióxido de carbono. Aún cuando el contenido de oxígeno en sangre se encuentre muy reducido en este proceso de intoxicación, la sangre sigue manteniendo su color “rojo” y no hay signos característicos como el color azulado o violáceo en dedos o labios. El primero de los órganos en sufrir esta falta es el cerebro, por lo que la persona puede estar desorientada, confusa o inconsciente, antes de darse cuenta del peligro.

Algunos de los síntomas que deben alarmarnos de una posible intoxicación, son mareos, dolor de cabeza, confusión, pérdida del conocimiento, somnolencia, decaimiento, convulsiones, náuseas, vómitos. Es posible que afecte de manera diferente a las personas expuestas y en ocasiones puede ser confundido con cuadros virales por su prevalencia en invierno. Ante la mínima sospecha, es indispensable salir del lugar en el que se encuentren y llamar al servicio de salud comunicando en detalle la situación.

El monóxido también puede afectar a las mascotas

Recomendaciones

Abrir las ventanas a diario los ambientes unos minutos, asegurarse de mantener ventilación o respiraderos constantes, los cuales generen escape y/o ingreso de aire. Limpiar las hornallas para que los alimentos no obstruyan los quemadores y generen una mala combustión. Evitar además, grupos electrógenos y encendido de vehículos dentro del hogar.

Si se presentan dudas sobre el funcionamiento de algún artefacto, siempre es preferible hacer una revisión o mantenimiento. El color de la llama debería ser azul.

Evitar tener las 24hs prendidos artefactos que no tengan tiro balanceado o “respiración” al exterior. Se recomienda de la misma manera, apagarlos al ir a dormir.

Según el Sistema Nacional de Vigilancia de la Salud, durante el año 2017 se registraron un total de 2.033 casos de intoxicaciones por CO en todo el país. El Ministerio de Salud de la Nación estima unas 250 muertes por año debidas al CO, y la cantidad de intoxicados excedería los registrados en todo el país, algunos de ellos con secuelas irreversibles. En el año 2018 se registraron 2600 casos de este tipo de accidentes.