Cultura de cancelación en el periodismo argentino

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La “Cultura de Cancelación” nació en Twitter durante la discusión del #MeToo (denuncias sobre abusos sexuales en EEUU) y se instaló en redes sociales como una especie de búsqueda de justicia contra celebridades que habían dicho o hecho algo cuestionable.

La idea es ubicar en la sombra a los señalados y que pierdan el apoyo de quienes están en la red.

Lamentablemente esa cultura llegó también a los medios de comunicación masivos, en los que hace años se viven cambios debido a la pérdida de audiencia por el avance de las redes sociales en el mundo.

Lo grave es que esta actitud se viene desarrollando por intereses políticos y económicos. Habitualmente los medios tienen la potestad de elegir a quienes citan o invitan para su programación, lo nuevo es que las posturas o alineamientos políticos están creando un especie de guetto informativo para las comunidades de espectadores de cada señal rompiendo una de los principales principios del periodismo que es la pluralidad de voces y de fuentes para dar la mejor información y la menor subjetividad posible.

Hoy lo que abunda es la subjetividad y manipulación de cada sector para radicalizar a sus espectadores dejando un manto de mediocridad para el deleite de los sectores más reaccionarios de cada bando.

La cultura kirchnerismo y anti kirchnerismo derrumbó la principal fortaleza del periodismo ante el pueblo que es la confiabilidad de la información y tiñe de parcialidad cada nota que se ve en esos medios.

A esto se sumó la cultura de la cancelación que busca anular a quienes no tienen compromiso con el medio.

Así se ven invitados “estables” que rotan de programa en programa de la misma señal y se les niega la palabra a otros dentro de un mismo espacio cómo si no existieran. Usan horas de transmisión hablando de candidatos de un sector -dando por hecho que nadie los puede vencer- o exaltan la figura de un aspirante que ofrece más dudas que certezas a pesar de la firmeza de sus palabras.

Es más, los medios se están arrogando el derecho a decidir quién sirve y quien no, o que discurso es el que se necesita o cual no.

Si hay cuatro pre candidatos a presidente, hablan y consultan a dos y bloquean a los otros negando el derecho a la información de los ciudadanos.

Sin ánimo de dar clases de periodismo, que no es mi intención con estás palabras, es alarmante esta postura porque se está bastardeando la credibilidad del periodismo en pos de necesidades políticas y económicas de sectores de poder que se benefician con uno u otro sector.

Junto a la discusión de cómo mejorar la calidad de nuestra democracia, a 40 años de su recuperación, deberíamos también discutir el rol de los medios y del periodismo ante los sectores de poder y volver a reveer su función en el futuro.

Esto provoca también un exponencial crecimiento del streaming, podcast, canales de YouTube o medios digitales donde los intereses no existen (o por lo menos no son tan burdos) y los periodistas tienen mayor libertad y no reciben listas de invitables.

La cultura de la cancelación es lisa y llanamente la nueva censura donde no puede hablar quién no está en la lista, una situación avalada por quienes participan de esas señales (por miedo o por decisión propia) que ya deberían empezar a revisar esta modalidad porque no aporta a la Argentina del futuro.

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