Opinion por: Pablo Salido

7 de enero de 2022

Elogio de la soledad

 La soledad, en nuestra cultura y en estos tiempos, está mal vista Compartir en:

Narro una situación que me ocurrió esta semana. Una tarde fui a la terraza de un bar frente al mar para tomar un café. El lugar era agradable, el atardecer era agradable: hacía calor, había poco viento, el mar estaba planchado. Un momento placentero mientras tomaba un café, pensando en algo que no recuerdo, mirando el mar, escuchando las olas que rompían cerca de la playa. Pero de repente todo se transformó. Algún empleado del balneario habrá creído, por alguna razón, que yo necesitaba acompañamiento o diversión. Habrá creído que la soledad y el silencio que conllevan al aburrimiento convierten en desdichada a una persona. Y quiso salvarme. Entonces, por los parlantes, comenzó a retumbar un reggaetón a un volumen imposible que hacía imposible cualquier tipo de razonamiento o disfrute. El mal humor fue inmediato. Entonces, lamentándome, terminé el café de un sorbo y huí de aquél lugar, pensando si la intención del empleado era la de solidarizarse con mi soledad o era la de espantar a los clientes para irse más temprano a casa después de un día de trabajo explotador de temporada. Quizá haya sido esta última y yo esté escribiendo todas estas especulaciones de gusto; sin embargo aquello me hizo recordar a algo que Tarkovsky, el director de cine, escribió sobre la soledad.

El director ruso valoraba la soledad en cuanto es necesaria para pensar y crear, es decir que el estado de aburrimiento, demonizado y contrarrestado por el consumo inmediato e ilimitado, sería imprescindible para el trabajo artístico, imposible en medio de interrupciones.

La soledad, en nuestra cultura y en estos tiempos, está mal vista. Una persona sola que lee, mira el vacío o hunde su conciencia en sus profundidades, en el lugar que sea, se transforma en un outsider o un raro para el resto de las miradas. Un ser derrotado que sufre.

Tarkovsky instó a aprovechar de las bondades de la soledad e, incluso, consideró que en las escuelas debería enseñarse a los jóvenes a pasar el tiempo con ellos mismos, a estar solos durante largos ratos para poder desarrollar sus creatividades potenciales. Quizá sean estos tiempos de silencio que el director introdujo en sus películas para que los espectadores accedan al pensar.

Sin embargo atravemos una época atiborrada de tecnología, consumo, velocidad, ruido y ansiedad (síntomas de nuestra aberración a estar solos) que hacen imposible y evitan el encuentro con nosotros mismos para desarrollar la creatividad –como ya dijo Tarkovsky- o para animarnos al pensar. Sin embargo este encuentro con nosotros es alterado por la hipercomunicación y la parodia del encuentro con los otros en los “amigos” de las redes sociales, contactos telefónicos y fiestas ruidosas donde los niveles de consumo de alcohol baten nuevos récords año tras año.

La soledad angustia, la soledad enloquece, la soledad suicida. Quizá sea un buen momento para sentarnos a tomar un café con nosotros mismos.

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